Las Oleadas de Globalización

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Introducción

Aunque podemos empezar a hablar de oleadas de globalización desde la época en que Cristóbal Colón y Vasco de Gama (por no dirigir nuestra mirada por ejemplo a las expansiones de los imperios griego o romano por la cuenca mediterránea)  protagonizaron viajes que abrieron las puertas a la expansión Europea por otros continentes hace ya más de 500 años, no es el propósito en este capítulo irnos tan lejos en la historia. Vamos a concentrarnos en este capítulo en las tres oleadas de globalización habidas entre finales del S.XIX y la actualidad.

En este sentido entendemos por globalización la mayor integración de las economías nacionales a través de los flujos comerciales, los flujos financieros, los flujos migratorios y la transmisión de tecnologías.

El siglo XX se ha caracterizado como una era en la que se ha dado un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) mundial como nunca antes se había dado, acompañado de un gran crecimiento en la población mundial, de cambios muy importantes en la urbanización, en la estructura internacional de la producción, hasta el punto de que se han formado bloques internacionales en los que se concentran la mayor parte de los intercambios y flujos de bienes, servicios y factores productivos. Los cambios tecnológicos durante el siglo XX, de una magnitud sin precedentes en la historia, han posibilitado la interconexión de las economías en su vertiente real y financiera de forma que el fenómeno de la globalización constituye la característica  principal en este comienzo del  siglo XXI.

Simultáneamente a este esplendor económico en términos globales del PIB, hemos asistido a una creciente desigualdad en los parámetros del bienestar entre países dando paso a bolsas marginales en los países “subdesarrollados” así como en los países denominados “desarrollados”.

Esta disparidad en los resultados de la creciente globalización habida durante los últimos años ha motivado una controversia acerca de los efectos de esta globalización. Han surgido, y cada día con más fuerza, dos movimientos antagónicos ante el fenómeno denominado “globalización”:

En primer lugar, los detractores de la globalización pasan por alto los beneficios experimentados por muchos países y derivados de la apertura comercial y de movimientos de capitales. Por ejemplo, en el caso de muchos países asiáticos se ha experimentado un gran avance en las condiciones de vida de millones de habitantes gracias a la actividad exportadora como motor de crecimiento. Además, las nuevas tecnologías han reducido el aislamiento que tenían muchos de los países en vías de desarrollo o subdesarrollados de forma que han posibilitado el acceso a conocimientos que hasta hace poco estaban reservados a una minoría de habitantes y países.  Paradójicamente, como ha señalado Josep Stigiltz (2002) las nuevas tecnologías de la comunicación han facilitado y robustecido los movimientos antiglobalización desde el momento en que han permitido la interconexión de sus estrategias y acciones. Por ejemplo, las presiones internacionales en contra de la producción de minas personales, o las presiones para la condonación de la deuda externa a los países más pobres, difícilmente se habrían podido dar sin el soporte de estas nuevas tecnologías.

Y en segundo lugar, en el extremo opuesto, nos encontramos con los defensores a ultranza de la globalización, que promueven la extensión del sistema capitalista en su vertiente más liberal y menos controlada por gobiernos e instituciones, como solución a los problemas de pobreza y desigualdad en el mundo. Los resultados en este sentido son claros: aunque la globalización ha comportado beneficios a muchos países, también es verdad que las desigualdades se han acentuado en muchos casos, y para muchos países en vías de desarrollo y subdesarrollados la globalización ha comportado perjuicio en lugar de beneficio. De hecho, la globalización no ha reducido las desigualdades en tasa de crecimiento entre países o las desigualdades referidas al PIB per capita entre países (Sala i Martin 2002b). Ahora bien, si hablamos de niveles de pobreza y dependiendo donde se sitúe el límite o umbral (Sala i Martin 2005) basando las medidas en cuanto a población mundial encontramos que se han experimentado reducciones. Aplicando otras metodologías los resultados no están tan claros y así el Banco Mundial muestra datos en los que no se ve evidencia de cambios significativos si aplicamos el límite o umbral de pobreza en los 2 US$ por día.

Si pasamos a analizar la evolución económica del siglo XX, nos encontramos con que se ha dado un espectacular avance en el crecimiento del PIB per cápita, dado que se ha multiplicado por más de cuatro veces, a pesar, incluso, del hecho de que la población mundial se haya multiplicado por más de cuatro veces a lo largo de ese mismo siglo. Estos datos nos dan idea de los avances experimentados en productividad, aun teniendo en cuenta las reducciones de jornada laboral experimentada en la mayoría de los países de la OCDE.

Este crecimiento económico ha venido acompañado de un espectacular aumento del comercio mundial. Desde 1900, el comercio de mercancías (en términos constantes) se ha multiplicado por más de treinta veces durante el último siglo. Ahora bien, este crecimiento del PIB y las tendencias globalizadoras no han sido constantes y estables en el tiempo.

Centrando nuestra atención en las oleadas de globalización podemos distinguir tres oleadas de globalización entre finales del S.XIX y principios del S XX y en todas ellas coinciden dos aspectos relevantes comunes:

            – Progreso tecnológicos que contribuyen a una mayor integración de los mercados.

            – Un marco político-institucional que favorece la mayor integración de los mercados nacionales.

La Primera Oleada de Globalización (1870-1914)

 La primera oleada de globalización se caracteriza por la aparición de avances tecnológicos muy significativos que contribuyeron decididamente a reducir costes de transporte y de comunicaciones que contribuyen a  crecientes flujos comerciales.

En este sentido basta señalar que aparece el motor de explosión que permite la aparición de la industria de la automoción y por lo tanto el transporte rodado por carretera de personas y mercancías. Además pasamos de los barcos de vela a los vapores. Asistimos también a la extensión y mejora del transporte ferroviario.

Por otra parte se realizan grandes infraestructuras como son la construcción de los canales de Panamá y Suez abriendo vías al transporte marítimo muhco más reducidas en tiempo y en costes.

En el terreno de las comunicaciones aparece el telégrafo y así en 1858 el primer telegrama entre la Reina Victoria del Reino Unido y el Presidente Buchanan de los USA

tomando  un tiempo de 16 horas. Poco más tarde aparece el teléfono y aunque muy costoso en términos comparativos (3 minutos entre Londres y Nueva York suponía un coste de 300 US$ actuales) supone un avance revolucionario en las comunicaciones. Hemos de pensar que hasta entonces el transporte de mercancías y personas era por tracción animal y las comunicaciones se realizaban vía postal.

En el terreno de los avances también hemos de destacar la aparición de la producción en cadena lo que abre la puerta a la producción masiva de automóviles y otros productos. La producción masiva de productos con las consabidas economías de escala implican reducciones en precios y animan a empresas a incrementar sus flujos comerciales. A modo de ejemplo citar el caso de Henry Ford con el modelo T: en 1907 se produjeron 52,000 unidades a un precio de 900 US$/Unidad, y en 1917 la producción paso a 730,000 unidades a un precio de 360$.

Estas mejoras tecnológicas son claves para entender esta primera gran oleada de globalización pero tenemos que añadir otros aspectos sin los cuales difícilmente se hubiese dado esa oleada de globalización. Nos referimos al marco político institucional que en esos momentos se traduce por el avance del ideario librecambista que da lugar a la aparición del Acuerdo Anglo-Francés y que comporta como consecuencia la reducción de las barreras comerciales arancelarias. Este marco político permite la creación de un Sistema Monetario Internacional sin el cual difícilmente se puede hacer frente a las transacciones y pagos internacionales y por lo tanto al empuje del comercio mundial. Dicho Sistema basado en el Patrón Oro y con tipos de cambio fijos fue exitoso durante esa primera oleada de globalización y contribuyó al incremento de los flujos financieros y de capitales.

Los factores anteriores abrieron las puertas para mayores oportunidades en la producción de bienes primarios basados en el factor tierra de forma intensiva de forma que el creciente comercio se basa en la exportación de productos manufacturados a cambio de materias primas y productos básicos de aquellos países con abundante territorio. Las exportaciones como porcentaje del PIB mundial casi se doblan y alcanzan casi el 8% (Maddison 2001).

La producción de los productos básicos requieren por otra parte del factor trabajo y del factor capital por lo que en esta época asistimos a grandes flujos migratorios de personas.  Sesenta millones de personas emigraron de Europa a Norte América y Australia en busca de nuevos territorios en que producir productos básicos en los mismos y encontrarse con incrementos en sus ingresos. Por otra parte esa reducción en el factor trabajo en Europa permitió experimentar también incrementos en los niveles salariales tanto en términos absolutos como en términos relativos con especto a los retornos obtenidos de la tierra.

Aunque de forma menos documentada también tenemos constancia de importantes flujos migratorios Sur-Sur. En este sentido se tiene evidencia (Lindert and Williamson, 2001) de grandes flujos desde los países asiáticos más poblados (China e India) a los menos poblados (Indonesia, Vietnam, Sri Lanka, Filipinas, e incluso a Norte América). Se estima que durante esta primera oleada de globalización cerca de un 10% de la población mundial migraron de localización.

Ahora bien, la producción de productos primarios no sólo requerían de personas y del factor tierra, también se requerían inmenso capitales. Antes de 1870 los stocks de capitales en los países en vías de desarrollo representaban un 9% aproximadamente de su PIB. En el caso del Reino Unido se estima que alrededor del 50% de sus ahorros tuvieron como final mercados exteriores y emergentes de tal forma que en 1914 los stocks de capitales en los países en vías de desarrollo alcanzaron el 32% de su PIB.

Todos esos factores explican una aceleración del crecimiento del PIB mundial. Si los ingresos per capita habían aumentado a un promedio del 0,5%, durante los 50 años anteriores a 1870, después de esa fecha dicho promedio subió al 1,3% .Los países que participaron en dicha oleada de globalización vieron como sus niveles de ingresos aumentaban de forma que países como Argentina, Australia, Nueva Zelanda y los Estados Unidos se convirtieron en algunos de los países más ricos del mundo a partir de sus crecientes exportaciones de productos básicos y a importar personas, capitales e instituciones.

Siguiendo a Limbert y Williamson (2001) se experimenta un proceso de convergencia entre los países participantes en esta oleada de globalización. Los salarios (debido a los flujos emigratorios) crecen en Irlanda un 32%, en Italia un 28% y en Noruega un 10%, mientras que en Argentina se reducen un 22%, en Australia un 15%, en Canadá un un 16% y en los USA un 8%.

El impacto de la globalización en la desigualdad dentro de los países depende de la estructura de la propiedad de la tierra en cada uno de ellos. Por ejemplo en aquellos países donde la propiedad de la tierra estaba muy concentrada (caso de Latinoamérica) las desigualdades aumentaron dentro de los países.

En el caso de los países europeos los propietarios de tierra se arruinaron (Cannadine, 1990) entre 1880 y 1914. También cabe citar que gracias al espectacular crecimiento económico y a las presiones por parte de los sindicatos y trabajadores se establecen los primeros pilares legislativos que conducen a la protección social (educación pública, seguridad social y sistema público de pensiones).

Así podemos concluir que aunque la desigualdad en la distribución de los ingresos aumentó durante la primera oleada de globalización, también es cierto que la reducción de la pobreza gracias al espectacular crecimiento económico que se experimentó en dicho período.

El Retroceso (1914-1945)

Aunque las mejoras tecnológicas siguieron dándose durante el perìodo que va entre las dos Guerras Mundiales reduciendo los costes de transporte en un tercio, los acontecimientos políticos y económicos llevaron al mundo a un retroceso en términos de globalización: una vuelta atrás al proteccionismo.

Los conflictos bélicos que se dieron en este proceso no tenían precedentes: la I y II Guerras Mundiales además de la Revolución Bolchevique en 1917, la Guerra Civil Española (1936-39), la Revolución Mexicana (1910-1920), la Guerra Polaco-Soviética 1920, La Guerra Civil China (1925-49), etc.

Además de los conflictos bélicos nos encontramos con la Gran Depresión de 1929 y las políticas proteccionistas que perseguían proteger las economías nacionales. Así en los USA la subida de aranceles promovido por los senadores republicanos Smooth and Halley provocó ciertamente una reducción de las importaciones por parte de los USA de un 30% pero la caída de sus exportaciones fue de un 40% aproximadamente. Esta respuesta de las exportaciones estadounidenses fue la respuesta en parte por parte de los países importadores de los USA dada la transmisión de la crisis al resto de los países occidentales a partir de las prácticas proteccionistas iniciadas por parte de los USA. El resultado de dichas prácticas proteccionistas fue un empobrecimiento generalizado de todos los países. Así el PNB de los USA pasó de 104 mil millones de US$ en 1929 a 58 mil millones de US$ en 1932 y la tasa de desempleo alcanzó la cifra del 25%.

Para entender los inicios de dicha crisis debemos remontarnos a los efectos arrastrados de la I Guerra Mundial y la caída de la demanda por parte de los países europeos de productos de los USA. Por otra parte, el grado de endeudamiento de empresas y consumidores estadounidenses era muy alto. El resultado fue una sobreproducción en el caso de los USA que se ajustaba reduciendo la producción y los precios (deflación) lo que dejaba fuera del mercado a numerosas empresas y entidades financieras dado el incremento de impagados que se dio. A modo ilustrativo basta citar que aproximadamente el 20% de los 20,000 bancos en aquellos años en los USA fueron a la quiebra.

Estas prácticas proteccionistas hicieron efecto también en la reducción de los capitales extranjeros hacía los países en desarrollo. El stock de capitales extranjeros en relación a su PIB cayó hasta apenas el 4%, cifra muy inferior a la que se daba antes de 1870.

Lógicamente esta corriente proteccionista llevo a una oleada anti-inmigración poniendo los gobiernos fuertes restricciones a dichos flujos. La inmigración en los USA pasó de 15 millones de personas en el período 1870-1914 a sólo 6 millones de 1914 a 1950.

Este retroceso en la globalización  no condujo a una reducción de las desigualdades en la distribución del ingreso. Al contrario, las desigualdades en 1950 habían crecido con respecto al período anterior al retroceso y en este caso también la pobreza dada la reducción del PIB mundial. Angus Maddison (2001) muestra como el PIB creció mucho menos en el período 1913-1950 que en el período 1870-1913 y al igual que también sucedió con los flujos comerciales mientras que la desigualdad entre las regiones creció de forma substancial.

Con respecto a la pobreza se puede observar incrementos de alrededor del 25% con respecto al período anterior aunque también hay que mencionar que la esperanza de vida aumenta debido a la mejora de los sistemas sanitarios al igual que a la mejora de los tratamientos y medicinas.

La Segunda Oleada de Globalización (1945-años 80)

 Al finalizar la II Guerra Mundial se abre un nuevo período caracterizado por un ímpetu de internacionalismo después de la experiencia horrible asociada al proteccionismo-nacionalismo. Este espíritu se tradujo en la creación de diversos organismos siendo la Naciones Unidades el máximo exponente de la voluntad de los países para solucionar las diferencias en un marco dialogante.

A pesar de ese espíritu de internacionalismo en el mundo occidental, no podemos dejar pasar por alto la consolidación del bloque soviético y el muro de Berlín como un bloque aislado del mundo occidental y con efectos importantes a la hora de diseñar las políticas tanto internacionales como nacionales por parte de los organismos e instituciones internacionales occidentales.

En esta oleada, como en la anterior, los avances tecnológicos siguen sucediéndose en muchos ámbitos claves para la mejora y abaratamiento de los transportes así como las comunicaciones.

En el ámbito del transporte se mejoran las tecnologías aplicadas al transporte marítimo de tal forma que el coste de flete se reduce un tercio desde 1950 a los años 70 (buques especializados según tipo de carga y mayor tamaño de los mismos). En el transporte por carretera nos encontramos con la mejora de las redes terrestres (carreteras y el comienzo de las autopistas, además de la mejora de los camiones), el transporte aéreo hace acto de presencia y de forma cada vez más creciente. En este apartado del transporte hay que resaltar la aparición de una invención muy destacable: la aparición del primer contenedor para el transporte de mercancías en 1956. El contenedor con sus medidas estándar (largo de 20, 30 o 40 pies) abarata  de forma muy importante los costes de transporte y facilita su manipulación ahorrando los tiempos.

Por lo que hace a las comunicaciones asistimos a la extensión de las redes telefónicas y además hemos de mencionar los avances tecnológicos que nos permiten desarrollar el Telex primero y más tarde el Fax.

Por último en esta oleada no podemos dejar de mencionar la aparición de las computadoras en los años 50 y su desarrollo durante estos años que permitieron conectarlos a través de un “Modem” a la rede telefónica permitiendo el envío y recepción de los faxes (antesala a Internet) además de la conexión de muchas terminales a una unidad central integrando muchas actividades que se dan en la empresa. La mejoras en productividad fueron espectaculares en dicho período.

Estas mejoras en el ámbito de los transportes y las comunicaciones van acompañadas de importantes avances en el marco político institucional.

Se da la creación de instituciones y plataformas en el ámbito económico que no existían en la primera oleada de globalización. Al finalizar la II Guerra Mundial no sólo se crearon la Naciones Unidas sino que bajo ese mismo espíritu se creó el Banco Mundial (BM) con el propósito de ser un instrumento que contribuyera a la reconstrucción de los países después de la II Guerra Mundial. Actualmente su papel es el de propiciar la financiación para mejoras en infraestructuras y otros ámbitos a los países menos desarrollados.

En esos mismos años se crea el Fondo Monetario Internacional (FMI) como institución que garantizara la estabilidad del Sistema Monetario que se había diseñado por los USA en Bretton Woods y basado en tipos de cambio fijos con el US $ como divisa de reservas internacional. El tipo de cambio que se fijó era de 35 US$ por onza de oro comprometiéndose los USA a mantener las reservas suficientes de oro (en Fort Knox) que aseguraran dicha equivalencia.

Así el FMI con las aportaciones de divisas por parte de los países integrantes y con la voluntad de poder hacer los préstamos a aquellos países con desajustes en sus balanzas de pagos para evitar las suspensiones de sus pagos internacionales. Estos préstamos han ido tradicionalmente ligados a paquetes de condiciones a cumplir por parte de los países receptores y que de forma creciente se han visto sujetos a críticas importantes dados los resultados dispares de sus rectas económicas.

En el ámbito comercial no se llega a crear la Organización Mundial del Comercio (esta se creó en 1995 dentro de la tercera oleada de globalización) pero si se creó una plataforma para el impulso del comercio bajo la denominación de GATT (The General Agreement on Tariffs and Trade) en 1945.  El GATT, a través de las denominadas “Rondas”, ha funcionado como mecanismo de reducción de aranceles y como defensa del libre comercio bajo el principio de las negociaciones multilaterales y la denominada cláusula de Nación Más Favorecida (The Clause of the  Most Favored Nation) y que bajo su inspiración ningún país firmante de un acuerdo puede discriminar de forma negativa a los otros países firmantes del acuerdo.

Se considera que el promedio de los aranceles a nivel mundial en 1945 era aproximadamente de un 45%. A finales del siglo XX, este promedio se sitúa entre un 4 y un 5%. Los aranceles de EEUU bajaron en promedio un 97% entre la Ronda Ginebra (1947) y la Ronda Tokio (1979).  Hay que resaltar que en la medida que las barreras arancelarias eran muy altas y el número de negociadores bajo, las negociaciones para reducir aranceles eran más fáciles. En la medida que dichos aranceles se han reducido,  han aparecido nuevas barreras no arancelarias, al igual que otros temas de interés y relacionados con el comercio que han ido haciendo cada vez más difícil las negociaciones.

En esta segunda oleada de globalización la liberalización del comercio no fue generalizada ni en términos de países ni en términos de productos. En los años 80, los países desarrollados habían reducido de forma significativa las barreras comerciales en el apartado de los productos manufacturados pero las barreras que enfrentan los países en vías de desarrollo solo se habían reducido o eliminado para los productos básicos que no compitiesen con la agricultura y ganadería en los países desarrollados. Muchos de los países en vías de desarrollo mantuvieron y aumentaron las barreras comerciales en contra de los países en vías de desarrollo y de cara a los países desarrollados. Para los países en vías de desarrollo se recuperó el patrón Norte-Sur: intercambio de productos manufacturados procedentes del Norte por los productos básicos intensivos principalmente en el uso de la tierra pero sin recuperar los flujos de capitales y migratorios de la primera oleada de globalización. A pesar de todas estas dificultades señaladas el comercio mundial volvió a recuperar los niveles de la primera oleada de globalización.

En este marco de negociaciones multilaterales del GATT hay que señalar un hecho muy importante: la posibilidad que abría los artículos XXIV y XXV del GATT sobre la posibilidad de crearse acuerdos entre países que implicaban un trato discriminatorio positivo entre los mismos. En otras palabras, el permitir que grupos de países se otorgasen un trato preferencial que va más allá que el alcanzado dentro del GATT. Esta fue la puerta que permitió el primer acuerdo de libre comercio y que constituyó la creación por parte de Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo de la Comunidad Económica Europea en 1957. Dicho proceso es un hecho sin precedentes por lo que supone de cesión de soberanía por parte de los países miembros en la medida que constituyen una Unión Aduanera. El éxito derivado de la intensificación en los flujos comerciales intra-comunitarios y del crecimiento económico experimentado por parte de sus países miembros hizo que muchos países en vías de desarrollo intentaran emular dicha iniciativa con la creación de otros bloques regionales. La mayoría de estos acuerdos no fructificaron de forma exitosa ya que nacieron bajo el espíritu de sustituir importaciones y con una marcada orientación proteccionista. Además hay que añadir que los USA apostaron durante esta segunda oleada de globalización por la negociación multilateral dentro del marco del GATT.

Por último, otro aspecto a resaltar en esta segunda oleada de globalización es la intensificación de las economías de aglomeración que se dan en los economías desarrolladas. Los países ricos generan nichos o centros geográficos donde concentran actividades manufactureras para ganar productividad derivada de las externalidades que se derivan de estas concentraciones. En este caso el comercio ya no obedece solamente en el principio de la ventaja comparativa derivada de la dotación de recursos de cada país, si no en las reducciones de costes asociados a las economías de escala y aglomeración. Este nuevo patrón del comercio internacional explica el creciente comercio intra-industrial entre los países además del tradicional comercio inter-industrial.

Estas economías de aglomeración que propician reducciones de costes tan importantes son la base para explicar el espectacular crecimiento que se da en los países desarrollados y la reducción de la pobreza incluida la gran reducción en las desigualdades de distribución del ingreso. Para el mundo desarrollado se le llamó la edad de oro.

Por el contrario, para los países en vías de desarrollo aunque también se dieron tasas de crecimiento positivas en estos años, estas fueron inferiores a las que se dieron en los países desarrollados y la población viviendo bajo el umbral de pobreza creció.

La Nueva Oleada de Globalización (años 80- actualidad)

Al igual que en las anteriores oleadas de globalización en esta última y actual se dan importantes mejoras tecnológicas: la revolución de las tecnologías para la información y comunicación (TIC). El impacto de las TIC ha sido espectacular ya no solo por lo que se refiere a la reducción de los costes en las comunicaciones sino por las puertas que ha abierto en cuanto a nuevas actividades y posibilidades para las ya existentes de tal forma que utilizamos la expresión de Revolución Digital.

En segundo lugar hemos de destacar el hecho de la Caída del Muro de Berlín en 1989 y el Consenso de Washington como paradigma ideológico del sistema capitalista.

A principios de 1990, tras la caída del muro de Berlín, hacía ya años que el socialismo real como sistema económico iba siendo progresivamente cuestionado o abandonado. Pero es en aquel momento en que, en ciertos círculos económicos, se intentó formular un listado de medidas de política económica que constituya un “paradigma” único para la triunfadora economía capitalista. Este listado o especie de “catecismo”  serviría especialmente para orientar a los gobiernos de países en desarrollo y a los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) a la hora de valorar los avances en materia de ortodoxia económica de los primeros, que pedían ayuda a los segundos.

Mediante un conjunto de reglas, el consenso de Washington establece, también, un ambiente de transparencia económica. No sólo porque las normas la contengan de manera ineludible, sino también porque la misma existencia de un recetario es un espejo al que podemos mirar a la hora de juzgar la actividad económica de los países.

Para los países desarrollados, y en especial para los USA, la formulación de este consenso representaba también un reto: la concreción de medidas que ayudaran a los países desarrollados a aprovechar las oportunidades y evitar los inconvenientes de la emergencia de nuevos mercados:

Para muchas personas, el consenso de Washington pareció marcar un momento decisivo de los asuntos económicos mundiales. Ahora que empezaba a retirarse de las economías del Tercer Mundo la mano muerta del Estado, ahora que los inversores empezaban a ser conscientes de las enormes posibilidades de beneficios de estas economías, el mundo estaba preparado para un dilatado período de crecimiento rápido en los países que hasta el presente habían sido pobres, y para los movimientos masivos de capital de Norte a Sur. La cuestión no era si se cumplirían las expectativas optimistas sobre el crecimiento en los grandes mercados emergentes, sino si los países industrializados serían capaces de afrontar la nueva competencia y aprovechar las oportunidades que les ofrecía ahora este crecimiento.

El conjunto de normas que se derivan del Consenso de Washington se pueden resumir en:

  •  disciplina presupuestaria.
  •  cambios en las prioridades del gasto público (de áreas menos productivas a sanidad, educación e infraestructuras).
  •   reforma fiscal encaminada a buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados.
  •  liberalización financiera, especialmente de los tipos de interés.
  •  búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio competitivos.
  •  liberalización comercial.
  •  apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas.
  •  privatizaciones.
  •  desregulaciones.
  •  garantía de los derechos de propiedad.

Estos principios han venido impregnando la actuación de gobiernos e instituciones internacionales y han abierto algunos hechos distintivos con respecto a la anterior oleada de globalización: la irrupción espectacular de algunos países en vías de desarrollo en el escenario económico  mundial. Simultáneamente otros países en vías de desarrollo han quedado apartados o marginados de los beneficios derivados de la presente oleada de globalización. En tercer lugar los movimientos de flujos de capitales y los flujos migratorios han cobrado un protagonismo que no se daba en épocas anteriores.

En el comercio mundial han aparecido nuevos actores (China, India, Brasil, Indonesia, México, Malasia, etc.) que suman más de 3000 mil millones de personas y que han aprovechado su abundancia en mano de obra para ser muy competitivos en la producción de manufacturas basadas en el uso intensivo de dicho factor productivo. En 1980 sólo el 25% de las exportaciones de este grupo de países eran productos manufacturados. En 1998 este porcentaje subía al 80% y en el 2007 al 88%.

Este cambio no sólo se manifiesta en las exportaciones de bienes manufacturados si no que también se observa en la exportación de servicios. Este hecho sin precedentes es debido fundamentalmente a las facilidades derivadas de las TIC para la externalización (“outsourcing”) de muchas actividades de servicios desde países más desarrollados a países emergentes. Las nuevas TIC han permitido la aparición de los llamados “bienes no rivales”  (bienes que de forma simultánea pueden consumir varios consumidores: por ejemplo productos de software, bases de datos, etc.) y ha cobrado más protagonismo la protección de la propiedad intelectual e industrial. Este factor añadido a los cambios en la estructura del comercio internacional ha provocado un incremento de las tensiones comerciales internacionales de tal forma que en la Ronda de Uruguay (1986-1994) la complejidad de los temas a negociar y los enfrentamientos Norte-Sur y otros hicieron que se tomara la decisión de la creación de la OMC en 1995 con el propósito de tener una plataforma estable desde la que impulsar el comercio mundial y dar solución a las diferencias y conflictos internacionales. Desde su creación se estipuló la celebración cada dos años de las Cumbres Ministeriales (Singapur 1996, Ginebra 1998, Seattle 1999, Doha 2001, Cancún 2003, Hong Kong 2005 y Ginebra 2009) y aunque se ha avanzado en el impulso del comercio mundial siguen quedando importantes temas y conflictos a resolver.

Una de las consecuencias más relevantes que se derivan de este mayor protagonismo de numerosas economías emergentes, es el cambio en la composición de actores en el escenario mundial y consiguientemente la necesidad para reformar las instituciones internacionales en las que estos países siguen estando infrarepresentados. Por ejemplo el poder en el FMI esta claramente sesgado a favor de occidente de tal forma que el 50% aproximadamente de sus votos recaen en occidente (además del derecho de veto de los USA) mientras que  India y China que representan un tercio de la población mundial y con potencial económico creciente sólo representan el 6% de los votos. Este traspaso de poder económico de occidente a oriente al que estamos asistiendo no tiene respuesta en la estructura institucional internacional y se hace cada día más imperiosa una nueva arquitectura institucional internacional.

 Dentro de este panorama mundial se ha de destacar otro nuevo fenómeno: el impulso que ha cobrado la creación de bloques regionales. Si bien es cierto que la aparición de bloques surgió durante la segunda oleada de globalización, el poco éxito de mucho de ellos durante esa oleada hizo adormecer la generación de otros nuevos. A partir de los años se han creado nuevos bloques regionales y se han intensificado algunos de los existentes tanto en el grado de integración como en sus ampliaciones. Así la UE ha experimentado diversas ampliaciones en cuanto a países miembros y en cuanto a profundización en el grado de integración hasta el punto que se ha creado la Unión Monetaria Europea (Euro) como una expresión más de ese mayor grado de integración de las economías integrantes. En otros continentes se ha creado o reforzado algunos de los ya existentes. Por citar algunos:

  • NAFTA (North American Free Trade Agreement): Área de Libre Comercio de América del Norte (Canadá, Estados Unidos y México).
  • MERCOSUR: Mercado Común del Sur de América (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay).
  • La Comunidad Andina: Colombia, Perú, Ecuador, y Bolivia.
  • La incipiente Iniciativa del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsada por los Estados Unidos, que pretende crear un área de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego.
  • ASEAN (Association of Southeast Asian Nations) en la cuenca asiática: Brunei Darussalam, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia, Vietnam.
  • MCCA (Mercado Común Centroamericano)

En esta dirección es importante señalar el cambio experimentado por los USA en el sentido que por primera vez ha cambiado su estrategia construyendo un bloque regional (NAFTA en 1995) y tomar la iniciativa de intentar recuperar su protagonismo en el continente americano a través de la iniciativa del ALCA o incluso con el impulso de foros como el APEC (Fondo de Cooperación Económica Asia Pacífico).

Este reforzamiento de los bloques regionales cambia también el panorama y arquitectura internacional reforzando los regiones por encima en algunos casos de la tradicional aproximación basada en el Estado Nación.

Por lo que hace referencia a la liberalización de capitales tenemos que diferenciar entre los flujos agrupados bajo el epígrafe de Inversión Extranjera Directa (IED) y las Inversiones en Portafolio o Cartera. En ambos casos se ha dado una gran liberalización pero de forma mucho más novedosa y espectacular en el caso de las segundos flujos.

A efectos de diferenciar esta inversión de otras, conviene recordar qué se entiende por “inversión extranjera directa” (IED): es aquella cuyo  propósito consiste en controlar o influir en la gestión y toma de decisiones de la empresa receptora, estableciendo con ella una relación estable a largo plazo. A efectos estadísticos, la frontera para calificar la inversión extranjera de directa sugerida por el FMI se sitúa en torno al 10% del capital social de la empresa receptora de la inversión, con todas las limitaciones que supone esta cifra.

Las inversiones directas han tenido una evolución creciente en la última década del siglo XX a tenor del nuevo marco global en que operan las empresas. En teoría, estas inversiones directas deberían representar una oportunidad para asignar los recursos productivos de forma más eficiente de lo que se darían en situaciones de autarquía o de limitación en los movimientos de capitales. Esta libertad de capitales tendría que suponer, en muchos casos, una gran oportunidad para los países en vías de desarrollo, puesto que la recepción de estas inversiones debería suponer un motor de crecimiento económico desde una doble perspectiva: 1/ la obtención de fuentes de financiación, y 2/ la transferencia de tecnología que normalmente acompaña a toda inversión directa. No hay duda de que la realidad no se ajusta totalmente a esta secuencia. Si observamos los flujos de inversión directa, observamos que los emisores son países desarrollados, y los receptores son también países desarrollados, y en algunos casos un grupo reducido de países en vías de desarrollo, como China, México, o los países del Sudeste asiático.

Por otra lado, las empresas multinacionales constituyen el motor principal de la globalización. Las 350 mayores multinacionales controlan más del 40% del comercio mundial y dominan totalmente la producción, distribución y ventas de muchos bienes procedentes de países no desarrollados, como son el tabaco, la electrónica, el material deportivo, la confección o el café, entre otros. Alrededor de un 25% del comercio mundial está asociado al comercio intrafirma de las multinacionales mediante productos intermedios o bienes de equipo de unos países a otros.

El otro gran apartado de los movimientos financieros internacionales lo protagonizan las inversiones indirectas o las denominadas inversiones en cartera o portafolio. Estas inversiones se caracterizan por ser, a diferencia de las inversiones directas, mucho más volátiles, en el sentido de que son inversiones que sólo pretenden obtener la más alta rentabilidad en el corto plazo, sin contar con la voluntad de permanencia a más largo plazo propia de las inversiones extranjeras directas.

Las inversiones en portafolio se concentran básicamente en los mercados financieros desarrollados, aunque también juegan un importante papel en las economías emergentes, donde los tipos de rentabilidad dada la prima de riesgo que llevan asociada son más altos.

La forma de abordar el riesgo por parte de los capitales (procedentes de los países desarrollados) en las economías emergentes es la de salir o abandonar  las mismas en cuanto se dan señales de cambio en el ciclo económico, o bien en cuanto se detectan desequilibrios estructurales que apuntan a una crisis de balanza de pagos y/o bancarias. La salida masiva de capitales acelera las crisis de balanza de pagos y bancarias de las economías emergentes, lo que provoca efectos difusores, dada la magnitud de los movimientos financieros y las interconexiones económicas actuales. Estas salidas de capitales al provocar una salida masiva de divisas extranjeras, provocan la suspensión de pagos por parte de los países menos desarrollados y receptores de las mismas y grandes ajustes (devaluaciones) en sus tipos de cambio. Estas devaluaciones afectan a los países desarrollados (emisores de las inversiones) en la medida que no todos los inversores habrán podido salir cuando se dan las señales de crisis, y por  lo tanto sus inversiones se verán reducidas en términos de divisas fuertes. Este mecanismo explica parcialmente la transmisión de las recientes crisis financieras.

A finales del siglo XX, las inversiones en cartera a nivel internacional han aumentado de forma espectacular derivado de la desregularización en los mercados financieros y en la aparición de nuevos instrumentos y productos financieros, como son los fondos de inversión y fondos de pensiones. Dichas inversiones se materializan en productos financieros como acciones y bonos. Los mercados de acciones y bonos han crecido de forma paralela. En 1985, apenas 50 países disponían de mercados bursátiles cuya capitalización totalizaba 4,7 billones de dólares. A finales del siglo XX, había casi 200 mercados, incluyendo mercados emergentes como el ruso o el chino, con una capitalización que llegaba a los 16 billones de dólares.

Esta creciente integración de los mercados financieros y la liberalización de los movimientos de capitales explican que se den crisis financieras internacionales a partir de los años 90. Concretamente en Diciembre de 1994 se dio la crisis financiera de México (efecto tequila) con el consiguiente efecto difusor a la economía de los EEUU y otros países. Posteriormente se han dado repetidas crisis financieras a escala internacional destacando entre ellas la crisis Asiática de 1997.

La crisis global que se viene experimentando desde 2007 es fruto de esta nueva oleada de globalización que se ha basado en la liberalización de los sectores, a una falta de supervisión que ha permitido la creación de nuevos productos financieros que en mucho casos entrañaban un alto riesgo pero que el sistema aceptaba como mal menor en espera que el sistema pudiese digerir por sí solo dichas imperfecciones. El resultado es que dichas prácticas al final han provocado un ajuste brusco que trasciende las fronteras nacionales.

Por otro lado, el desarrollo de la generalidad de los sistemas financieros, el consiguiente crecimiento en el volumen transnacional de los mercados y en su vinculación internacional ha estado estrechamente asociado a la modificación en la composición y naturaleza de los inversores finales del mercado. La presencia creciente de inversores no residentes y la de los inversores institucionales son los exponentes más destacables, sin los cuales es difícil entender el alcance de algunas de las modificaciones operadas en la escena financiera internacional (tanto en los mercados primarios como secundarios), en las técnicas de gestión de carteras y en las técnicas (la creciente implementación de las tecnologías de la información y la comunicación) que predominarán en el futuro. Un dato ilustrativo: los inversores institucionales llegan a controlar más del 50% de las acciones de las grandes compañías estadounidenses, cuando hace 30 años apenas controlaban un 15%.

Por último señalar que la presente oleada de globalización ha implicado una reducción del poder de los Estados. El hecho de la existencia de grandes flujos financieros que se mueven libremente entre los países, el creciente tamaño de compañías transnacionales, la constitución de bloques regionales hacen que  la solución a los problemas actuales tienen un carácter global y por lo tanto difícilmente la solución puede venir de la mano de políticas de carácter nacional. Es por ello que el grupo G-20 ha cobrado nuevo protagonismo para dar respuesta ante la presente crisis financiera donde ya no sólo cuentan los países tradicionales más desarrollados (G7 y G8) sino que se ve la necesidad de incluir a los nuevos actores de esta nueva pieza de teatro: la economía global.

Conclusiones

En primer lugar constatamos que las sucesivas oledas de globalización han ido acompañadas en todos los casos de avances tecnológicos que ha permitido reducir distancias y costes en el transporte y en las comunicaciones. Estos avances han favorecido mayores intercambios de flujos comerciales y también de personas y capitales.

En segundo lugar, los avances tecnológicos no impulsarían por sí solos una creciente globalización si no incluimos también un marco político e institucional que lo favorezca. En este sentido es clave la corriente ideológica que favorezca la liberalización de los mercados mundiales así como la dotación de un sistema monetario internacional estable y que permita las transacciones y pagos internacionales.

En tercer lugar, las sucesivas oleadas de globalización no han tenido efectos positivos y de forma igualitaria  para todos los países y actores económicos. Se identifican países que obtienen ventajas para su desarrollo económico mientras que otros países quedan descolgados de tal forma que actualmente hablamos de la “brecha digital” para explicar una creciente desigualdad entre algunos grupos de países.

En cuarto lugar, la desigualdad dentro de los países también ha crecido debido a los efectos de la globalización en los mercados laborales.

Por otra parte, los problemas pasan de ser domésticos a cobrar una dimensión global lo que plantea una nueva problemática mucho más compleja. El grado de interdependencia entre los países ha aumentado y se hace difícil contemplar ningún hecho sino es desde una perspectiva global (medio ambiente, seguridad, derechos laborales, regulaciones financieras, regulaciones y normas que rijan el comercio de mercancías y servicios, etc.). Este nuevo marco global exige de una nueva arquitectura institucional para dar respuesta global a muchas de las cuestiones que la humanidad enfrenta hoy, y esta nueva aproximación no esta exenta de resistencias por parte de los Estado-Nación en la medida que implica en muchos de los casos una cierta cesión de soberanía.

Además, en la presente oleada de globalización han aparecido nuevos actores (países emergentes) con un peso creciente en la actividad económica mundial y que plantea una nueva correlación de fuerzas en los organismos internacionales.

Todos estos hechos hacen de este comienzo del S.XXI un período lleno de retos y cambios lo que no esta exento de dificultades y tensiones crecientes.

REFERENCIAS

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  • World Bank, 2002, World Development Report 2002
  • World Bank, 2007. World Development Report 2007

Texto tomado de: Carlos MOSLARES GARCÍA, María Fernanda JIMÉNEZ MÉNDEZ

 

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Economics · Economie politique · FNUIPH · Politics

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